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Apología de la libertad de vivir

He querido poner este título porque me parece que describe mejor lo que estoy viviendo en este momento. Quizá una "apología de la libertad de morir" hubiese sido un título mas adecuado para lo que intento exponer a continuación, pero las emociones que producen las palabras al leerlas no corresponderían para nada a lo que siento ahora mismo.

Jamás me había sentido mas feliz ni mas libre que tras haber tomado la decisión racional y consciente de finalizar mi estancia en esta travesía vital. ¡Que nadie se alarme!. No se trata de que mañana no esté aquí sin avisar.

Cuando era adolescente, los pensamientos suicidas eran de frecuencia semanal. Siempre eran fruto de la angustia. Y me libraba de ellos dándome tiempo hasta el día siguiente. Tuve la suerte de no querer suicidarme dos días consecutivos. Pero esto no tiene nada que ver con lo que estoy viviendo ahora mismo.

No soy una persona joven (al menos externamente) que tome una decisión irracional en un momento de angustia vital. Mas bien al contrario, llevaba años dejándome ir de forma inconsciente, deprimido por llevar una vida muy alejada de todo lo que había soñado.

En un momento determinado del año pasado, ocurrió algo inesperado que rompió completamente mi letargo, me hizo volver la atención hacia el yo interior y preguntarme que era realmente lo que estaba haciendo y que era lo que quería hacer. Sentí una cólera ciega hacia mi mismo por haberme dejado ir de aquella manera. Siempre he sido un luchador, me considero valiente y estimo mi rebeldía vital. Me di cuenta de había sido generoso en exceso respecto de las necesidades de otros por encima de las mías. Algo se había roto dentro de mí: Las cadenas que me había impuesto.

No dejaré de dar las gracias a quienes, sin quererlo, me han devuelto a la vida, a lo que se debe amar.

He pasado meses de infierno, desesperado, al ver en qué me había convertido. Yo no soy de echar las culpas a otros. Eso es una perdida de tiempo y una actitud de cobardes. Pero si ha habido una constante en mí es que siempre he sido una persona de soluciones y de meditar, madurar los pensamientos, darles vueltas y tiempo para tener más enfoques.

Una tarde recordé lo que le susurraba a Aldus Huxley su esposa durante sus últimos momentos: "dejalo ir, dejalo ir..." Por primera vez entendí lo que aquella maravillosa mujer estaba haciendo, entendí que le hablaba al cuerpo de su compañero, para que dejase libre a su espíritu. Me conmovió este pensamiento. No debía seguir luchando.

En el instante en que decidí que dejaría de vivir, sin precipitaciones ni angustias, todo comenzó a brillar. Al comenzar a deshacerme de mis bienes mas preciados, sin prisas, luchando contra mis instintos vuelvo a oír aquellas palabras "déjalo ir,..." y comprendo que es un privilegio poder poner todo en orden, ser uno mismo quien decide como irse y cuando. Cada instante de vida se hace mas intenso. Los problemas y las preocupaciones pierden peso.

Cuando regalo una cosa u otra, sé que estoy un paso mas cerca de la libertad para volar. No soy consciente de cuánto tiempo llevará este proceso, quizá unos meses, quizá años, no tengo prisa y nunca había saboreado la vida de esta manera. Me viene a la cabeza la escena final de "Melinda y melinda" y estoy completamente de acuerdo: La vida es un regalo único y para disfrutarla merecidamente uno ha de saber irse sonriendo.

Aferrarse demasiado a las cosas es algo que nos impide saborear la vida en plenitud. La decisión consciente de terminar es una forma maravillosa de luchar contra el instinto de conservación y eso nos hace mucho mas racionales y libres, ya que no hay nada que podamos temer perder y nos condicione. Sin miedo sólo nos queda la realidad, un mayor entendimiento y mejor posición para ayudar a otros mientras no llegue nuestra parada.

Tener tiempo para girarse, sonreír, agradecer el viaje y despedirse con un ultimo chiste "nos vemos pronto" se me antoja delicioso y una prueba final de mi actitud y valentía vital.

Gracias por existir.