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¿Somos buenas personas?

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Hoy ha sido un día extremadamente largo. Aún tengo pendiente grabar la melodía de inicio de año. Tengo el título y el tema, pero no tengo apenas tiempo. Me gustan los títulos que encierran acertijos, pero ha transcurrido demasiado y ha decaído la emoción por un tema que al final me ha comenzado a parecer mas anodino y aparente que interesante o sorprendente. Las cosas suelen terminar cayendo por su propio peso sin mas que observar lo que ocurre: Tomando cierta distancia y evitando los prejuicios, la realidad desnuda revela con mayor claridad sus tatuajes escondidos. Esta suele ser menos mágica de lo que prometía, así como las personas suelen ser víctimas recurrentes de si mismas y del karma.

Pero quería en este escrito hablar sobre un tema sobre el que llevo pensando estas ultimas semanas. ¿Somos buenas personas? Es una pregunta abierta: ¿Por qué crees (si es tu caso) que eres buena persona? No se trata aquí de lo que los demás piensen sobre ti. Sabemos que hay personas a las que no les importa si los demás les juzgan en uno u otro sentido. Pero, excluyendo a los psicópatas (mas animales humanos que seres humanos, según una psiquiatra amiga de juventud), la mayoría de las personas se juzgan buenas a si mismas incluso cuando hacen cosas que no son buenas a ojos de los demás, con un enorme abanico de (pseudo) justificaciones (el mundo es así, si no lo hago yo, lo hará otro, no quiero terminar viviendo debajo de un puente, etc).

¿Que es lo que te hace buena persona? Quizá deberíamos pensar en el origen de la moralidad o de la ética desde el punto de vista evolutivo, como un sistema de valores que nos permiten vivir en sociedad. En este sentido, la moralidad tiene un tinte un poco mas trascendente vinculada a valores de cariz espiritual, pero no por ello deja esta de ser un elemento de identidad social que nos permite alcanzar también un equilibrio interior acorde con la ética que puede regir en las relaciones con nuestros semejantes.

Bajo esta luz, las personas que no obran en pro de sus semejantes no son buenas personas. Pero en realidad, todos tenemos momentos en los que no nos portamos bien. ¿Cómo compatibilizamos estos "errores" con nuestra visión de nosotros mismos? Casi siempre el caos y los errores nacen de las emociones. Cuando pasa la tormenta emocional, es frecuente utilizar un mecanismo aprendido : "el arrepentimiento" Nos prometemos a nosotros mismos no volver a cometer estos errores y procuramos sentirnos mal por lo que hemos hecho...

Esto es un error: Una mala obra no se cura con otra igual. El sufrimiento es una emoción negativa. Infligirnos un auto castigo para compensar una mala acciones es muchas cosas menos correcto o positivo: Es vanidad o soberbia el pretender que podemos arreglar lo que hemos hecho con un acto de nuestra voluntad que no tiene ninguna contrapartida positiva en la sociedad. Es un yo me lo guiso y yo me lo como o, como decía un humorista brillante, un "ego me absolvo". Tampoco es un acto inteligente recurrir a una vía emocional de auto castigo como si un mecanismo Pavloviano de estímulo-respuesta nos fuese a hacer convertirnos por arte de magia en mejores personas sin entender realmente la naturaleza y el origen de lo ocurrido. Por último, es una respuesta absolutamente cobarde al desafío que supone reconocer la naturaleza real de nuestros actos con la profundidad necesaria para experimentar tanto el daño como sus orígenes: No con la finalidad de sufrir, sino siendo este no mas un transito necesario para tomar el control de nuestras emociones, para reconciliarnos con nosotros mismos, para experimentar la felicidad profunda que conlleva la sanación mediante la comprensión y la restauración del equilibrio interior y para a través de este proceso volver a caminar entre nuestros semejantes en condiciones de aportar de forma saludable y equilibrada.

La culpa no es más que un autoengaño, y como toda mentira, a la primera persona a la que atrapa es a quien la usa.

Quizá deberíamos ser mas humildes e interpretar nuestros errores dentro de la dimensión humana. Reconocer que no somos especiales nos acerca a los demás y nos ayuda a vivir en sociedad. Todos nos equivocamos. Lo que nos define más como buenas personas no son los actos concretos singulares sino un balance vital que nace del esfuerzo y de la intención, de no rendirse, de entender que detrás de cada cosa que nos acontece existe siempre un camino de aprendizaje. Podemos elegir mirar a nuestro ombligo, lamentarnos por una desgracia y perder la oportunidad de un cambio que aunque esté lejos de apetecernos, nos conviene.