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La busqueda de la trascendencia

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Este fin de semana reflexionaba sobre qué cosas son importantes en la vida: la familia, los amigos, las experiencias, el amor, la enfermedad y el dolor son cosas que todos experimentamos en determinados momentos de esta travesía. En las diferentes fases de nuestro desarrollo como personas atravesamos por diferentes etapas cuyo diseño es en parte fruto de la evolución. De este modo, por ejemplo recordamos con gracia como nos sentíamos maduros ya en la veintena o en la treintena cuando en realidad nos quedaban todavía muchas cosas por aprender.


Una cosa que a mi me ha preocupado desde joven es la búsqueda de algo que entonces no sabía definir con palabras, pues era mas bien una emoción: La vida debería ser algo mas que simplemente luchar por existir. Tenia la extraña sensación de haber sido arrojado a la vida como una persona que sufre amnesia y se encuentra en medio de ninguna parte sin medios ni recursos para recordar quien era y que había venido a hacer a un sitio desconocido. Sabía que existía un motivo importante para todo lo que me sucedía, pero no conseguía recordar cual era.


Siempre he creído en el destino, pero no en que el destino fuese lo que yo quería que fuese, sino en el destino como un acertijo, una finalidad mas allá de mi mismo que me hacía sentirme responsable de algo que aún no conocía. ¿Era posible que yo hubiese nacido para pulsar el botón de un semáforo que hiciese que un coche no atropellase a esa persona que cruzó sin mirar, porque de que esta persona sobreviviera se derivarían consecuencias importantes para la humanidad o la supervivencia de los delfines? Creer en el destino significaba entonces, y aun en parte es así, un consuelo ante la desdicha en pro de una finalidad mayor. El sacrificio del ego en pro de algo mayor que nosotros mismos.


Ha sido en este ultimo año, repleto de emociones inesperadas, con momentos de ilusión, miedo y otros de bastante desdicha, cuando me he dado cuenta de que necesitaba recuperar estos pensamientos y entenderlos a la luz de los últimos años. Soy afortunado: un golpe me ha despertado cuando estaba dormido en vida. Repentinamente me di cuenta de quien era y de quién había sido, viéndome a mi mismo a través del reflejo de los demás. Me enamoró lo que vi: reconocí mi fragilidad en la de quien me rodeaba, el condicionamiento social, el peso de la opinión o el miedo a ser juzgado.


La sensación de liberación al reconocer la importancia nula de todas estas cosas y darse uno cuenta de que este era el destino de toda vida bien vivida, no ser nadie especial. Cometer errores y levantarse, aprender a reírse y no mirarse uno tanto el ombligo, reconociendo la fugacidad de la vida nos permite finalmente palpar aquel intangible de la adolescencia feroz y rebelde : la trascendencia. Uno puede formar parte de ella como un actor principal o secundario, o como el chico de los recados. No es relevante para poder disfrutarla plenamente como una aurora boreal que esta expuesta a todos los que quieran alzar sus ojos y llenar el alma con su belleza.